El diccionario de la Real Academia Española define la palabra involución como detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, económica, etc. ¿Os suena?

Escucho científicos, medios de comunicación e incluso ciudadanos de a pie, hablando de lo que ha “evolucionado” la humanidad en el último siglo, considerando cualquier paso que nos lleve a las costumbres de antes, como un retroceso. Pero me pregunto hasta qué punto es cierto…

Echando la vista atrás, a un pasado no muy lejano

Antiguamente, la mayor parte de los alimentos eran cultivados por las propias familias o vecinos. Como eran cultivos para el consumo propio, el uso de pesticidas era nulo o mínimo. Comían de lo que les daba la tierra y siempre de temporada. La carne era un lujo que se comía una vez al mes (sólo en el caso de las familias con más suerte). Otros alimentos eran comprados a granel en cestos, bolsas de tela y botellas de vidrio retornables. Prácticamente no existía la basura, se reutilizaba todo. Los restos orgánicos volvían a la tierra, el papel se reutilizaba para envolver otras cosas. La ropa se aprovechaba hasta que no daba más de sí (de hecho, mi abuela, cuando la ropa se desgastaba, la descosía y la volvía a coser del revés). Cuando algo se rompía, se reparaba, y siempre se le daba una segunda, tercera y cuarta vida a todo. Se respetaba y valoraba todo cuanto se tenía, cuidándolo y utilizándolo con agradecimiento. Eran épocas difíciles en las que la abundancia no existía, ni tampoco la libertad social. Sin embargo, se vivía en armonía y en constante contacto con la naturaleza.

Podríamos decir que no existía nada de usar y tirar…

Caminando hacia el presente

Pasaron los años… globalización, crecimiento económico, publicidad y marketing sin escrúpulos… y el consumo se disparó. Se comenzó a creer que cuantos más bienes materiales adquirieras, mayor sería tu felicidad. Socialmente, te posicionaba en un lugar privilegiado en el que todos te respetaban por el simple hecho de “tener más” (aunque quizás esto siempre ha existido en gran parte de la historia de la humanidad). La era del consumismo llegó para quedarse…

Nuestra vida se hizo más cómoda, apareciendo todo tipo de utensilios, máquinas y electrodomésticos que harían que dedicáramos más tiempo a disfrutar de la vida. Empezaron a llegar productos de todo tipo y también alimentos de todas partes del mundo. Alimentos que mejorarían nuestra salud (casi hasta la inmortalidad) porque contenían cientos de propiedades que eran buenas para vivir eternamente y de la que se alimentaban los indígenas hace 3.000 años (o por lo menos eso dice en la etiqueta).

Y junto con la era del consumismo, se estableció la cultura de usar y tirar, perdiendo totalmente el control y desapareciendo, a la vez, valores importantes en nuestra sociedad, como es el agradecimiento por lo que nos presta la Tierra. Parece que ya nada tiene valor. Incluso invadimos el espacio de la naturaleza y de los animales a pesar de que tienen un papel crucial en el desarrollo de todas las cosas. Pero eso ya lo hemos olvidado y las nuevas generaciones ni siquiera tienen conocimiento de ello, viviendo como si no los necesitáramos.

Cada vez tenemos más y más, pero no sabemos por qué, la felicidad que nos dan esas cosas, dura poco, así que seguimos consumiendo más y más, porque en la publicidad se ven personas felices disfrutando de todo eso que nos compramos. Al fin y al cabo, si la materia me da momentos felices, compro constantemente para que mi día a día esté lleno de felicidad. ¿Lógico no?

El consumismo está cada vez más presente, más potente y nos lleva a un callejón sin salida. Pero parece que nadie puede parar… La sobreexplotación de los recursos y de las personas va en aumento y ya hemos perdido la capacidad de discernimiento entre saber lo que necesitamos realmente y lo que no.

¿Qué hacemos? Reflexionar y Actuar

La esclavitud nunca terminó, simplemente cambió de disfraz para hacernos creer que había desaparecido. Pero seguimos siendo esclavos del consumismo. (De los bancos, de las industrias, de las petroleras, de las farmacéuticas…), y el consumismo tiene una repercusión muy grave tanto medioambiental, como social y económico.

No podemos esperar a que los gobernantes “hagan algo”. De hecho, aunque te pueda parecer extraño, incluso molesto que lo diga, ellos sólo satisfacen nuestro deseo consumista. Cada uno de nosotros, somos en parte, responsables de lo que sucede en el mundo. Por lo tanto, en cada uno de nosotros, está el “cambio”.

Se que no es fácil tomar conciencia de la gravedad de todo esto, pero me gustaría que puedas ver un poco más allá, con una visión más amplia, poniéndote algunos ejemplos:

Nos horrorizan las guerras, donde mueren miles de personas inocentes, empatizamos enseguida con el dolor y sufrimiento ajeno, y mostramos nuestra absoluta repulsión hacia los gobernantes que nos llevan a ellas. Pero uno de los motivos que nos lleva a la guerra es el poder y la riqueza que proporciona el PETRÓLEO. Sí… y sentimos rabia cuando sabemos que el petróleo es uno de los motivos de guerra, pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que el valor del petróleo lo hemos marcado nosotros, porque nos hemos vuelto adictos a él. Consumimos de tal manera, este recurso limitado, que esto hace que quien tenga petróleo tenga poder sobre el mundo. Y aunque sea duro reconocerlo, esto nos hace ser parte de la guerra.

Y cuando hablamos de petróleo, también hablamos de plástico (cómo no).

El plástico fue creado como un material destinado a útiles de larga duración. Quién iba a imaginar a donde llegaríamos tan sólo 100 años después. Según datos de algalita, durante los últimos 20 años, la producción mundial de plástico aumenta un promedio del 5 % cada año. Actualmente se produce casi 300 millones de toneladas al año. La producción plástica principal va destinada al embalaje, siendo los productos de consumo, la segunda categoría más grande de producción plástica. Esto quiere decir que la mayor parte del plástico que se fabrica es desechable, de un sólo uso, con consecuencias catastróficas para todos los seres vivos.

Y así te invito a reflexionar sobre todas las cosas…

Cuando se inventó la primera semilla modificada genéticamente, Monsanto afirmó que acabaría con el hambre en el mundo. Décadas después, siguen muriendo de hambre más de 40.000 personas al día.
Su aparición se justificó con el pretexto de que, debido a la sobrepoblación, no había suficiente alimento para todos los habitantes de la Tierra y según Monsanto las semillas transgénicas son necesarias para “cubrir las necesidades actuales y preservar el planeta para el futuro”. Afirmación que la organización medioambiental Environmental Working Group en un estudio realizado, se ha encargado de tirar por tierra, argumentando claramente que la inversión en OMG no ha logrado incrementar la demanda alimentaria mundial y defiende los métodos tradicionales que actualmente, aumentan los suministros de alimentos y reducen el impacto ambiental.

A pesar de la fuerte inversión en biotecnología que se ha hecho durante los últimos 20 años, los cultivos mundiales solo han crecido un 20%. Pero en las últimas décadas, es el cruce del cultivo tradicional, lo que claramente ha obtenido mejoras en la producción, por lo que ese crecimiento del 20% no puede atribuirse, en su totalidad, a los alimentos transgénicos.

Esto deja claro algunos puntos:

Los alimentos transgénicos NO están salvando al mundo de la hambruna. Están enfermando la Tierra y a todo ser vivo que habita en ella.

Los alimentos transgénicos se crearon para que los países ricos consumieran más mientras los pobres siguen muriendo de hambre, permitiéndonos el lujo de tirar más del 30% de los alimentos simplemente porque son feos.

¿De verdad piensas que no hay alimentos para todos? No solo compramos y comemos más de lo que necesitamos, si no que además lo tiramos y llenamos los bolsillos de riqueza y poder de los que están detrás. Una vez más, nuestro consumismo nos hace responsables, a cada uno de nosotros, de más tragedias.

Todavía hay esperanza

A pesar de todo, nunca he sentido tanta esperanza como la que siento ahora. Cada día estoy conociendo más gente que “se mueve”. Qué no se limitan. Que no piensan que sus pequeños cambios cotidianos no cambiarán el mundo.

También conozco a los inseguros, a los que no lo tienen claro, pero aún así, le plantan cara al miedo y se suman porque hay algo dentro de ellos que les impulsa a hacerlo.

Siento que el número de personas que están en “movimiento” crece sin parar, que se unen y colaboran entre sí, dejando a un lado sus diferencias, para cumplir un objetivo común, que no es más que, ser felices viviendo en armonía con la naturaleza.

Y eso es lo maravilloso de la globalización, que ha construido puentes entre continentes, que nos ha acercado y permitido conocer otras culturas y conectarnos entre sí. Que nos ha permitido empatizar y nos ha convertido en ciudadanos del mundo.

Por eso me gustaría que seamos parte del cambio. Controlemos nuestros deseos consumistas. Aprendamos a discernir correctamente entre una necesidad real o una impuesta. No nos dejemos embaucar por la publicidad y el marketing que nos manipula a su antojo. Y recordemos siempre, que el poder sobre las decisiones que tomamos, lo tenemos nosotros, nadie más.

Si piensas que tus esfuerzos son insignificantes, que somos pocos los que intentamos mejorar, que no vale la pena porque no es suficiente lo que hacemos, y que la responsabilidad es de los que gobiernan, TE EQUIVOCAS. Así, en mayúscula. Te invito a que dejes de lado esos pensamientos que no nos permiten avanzar ni evolucionar, y que te vayas marcando, poco a poco, objetivos concretos y pequeños para cambiar tus hábitos y mejorar tu entorno.

Ser parte de una nueva era revolucionaria de personas concienciadas con la Tierra y con todos los seres vivos, es un oportunidad de la que sin duda, tienes que formar parte.

Y si crees que no puedes cambiar el mundo, siempre puedes empezar por el tuyo 😉 

Te animo a ver este vídeo de 20 minutos donde habla de “la historia de las cosas”, y que te aseguro que no te dejará indiferente.

Entonces…  a la pregunta ¿evolución o involución? ¿qué responderías?

 

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